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Afortunadamente no he tenido la experiencia que la guerra me toque directamente, aunque vengo de
un paÃs que vivió, y algunos dirán vive, una de las guerras más largas; esta no me hizo vÃctima directa. Pero sà indirecta, claro que vivà el miedo a las bombas, los secuestros y la posibilidad de que de que algún familiar fuera vÃctima de la violencia. Crecà viendo en las noticias de tomas armadas, masacres, asesinatos, enfrentamiento armados, reporte de bajas – la manera sutil de nombrar la muerte. A pesar de la exposición a tantas noticias duras esto no me hizo insensible, ni obligó a mi familia a huir. Y si ahora soy migrante es porque quise, no porque me toco. Dejando la realidad de mi paÃs y la mÃa propia de lado, hoy veo la personificación del miedo, la crueldad y el desprecio al otro disfrazada de polÃtica, de razones de Estado y de seguridad nacional, como en las pelÃculas y documentales, referencia que tengo del holocausto.
Hace no mucho se hizo viral la foto de Aylan, el niño sirio de tres años que murió ahogado, el que encontraron sus restos en las playas de TurquÃa. Murió tras el intento fallido de su familia de huir de la guerra, del que sólo sobrevivió su padre. Esa imagen dolorosa, puso sobre la mesa de la opinión mundial un trasfondo trágico de la migración, que para la mayorÃa se trataba de leyes, normas y regulaciones a la que tienen derecho los paÃses. Hoy tres años después, como la edad de Aylan, volvemos a aterrarnos con este mismo tema, y otra vez es la imagen de niños separados de sus padres en la frontera sur de los Estados Unidos, la que vuelve a poner nuestra atención sobre la migración, en esta historia la de la niña que llora al lado de su madre, que está siendo inspeccionada por la patrulla fronteriza, como en la de la familia siria de Aylan, los protagonistas: Sandra Sánchez y su pequeña de hija huyeron de Honduras, probablemente como la mayorÃa de sus compatriotas para buscar una oportunidad fuera de la pobreza y violencia. Sabemos según el fotógrafo, que ellas habÃan caminado durante semanas hasta llegar al RÃo Bravo, donde abordaron una balsa y llegaron a suelo estadounidense cerca de McAllen en Texas, donde enfrentaron la tolerancia cero de Trump.
Estas personas migrantes irregulares, pareciera que al viajar de esta manera perdiera sus derechos, su dignidad y que los gobiernos extranjeros de los territorios a los que ellos aspiran llegar, les pudieran despojar su humanidad, encerrarlos en campos y jaulas, algunas veces torturarlos por no cumplir la norma, su delito huir y no tener dinero para entrar al sistema. Los nominan ilegales, como caracterÃstica propia de estas personas, y esas caracterÃsticas es la que permite que los detengan, los separen de sus familias, los encarcelen. Aquà es donde veo el parecido con el Holocausto, porque no son sus acciones lo que hace que sea sujetos de una penalización de la ley, sino una condición de migrantes irregulares, como los judÃos su crimen ser judÃos.
Lo absurdo de todo esto, es que la raza humana es migrante desde la antigüedad, sin las migraciones no serÃamos lo que somos, las naciones no existirÃan tal y como las conocemos; pero nos empeñamos en limitar lo que no está limitado. Reconociendo que la migración tiene un trasfondo económico, social y polÃtico muy complicado, más allá de la existencia de barreras imaginarias, y ahora fÃsicas, con los muros, para que la gente no transite libremente, al menos sà creo que colectivamente la gente deberÃa reflexionar sobre el tema. Yo creo que no está primando nuestra humanidad, sobre otras reglas, normas o cualquier otra razón para tratar el tema. Insto a presionar desde la trinchera de cada uno, o desde la herramienta ciudadana que tenemos todos para tratar de dirigir nuestros destinos, el voto, invito a alzar nuestra voz en contra de este nuevo holocausto.
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